Tránsitos
- María Camila Pulido V
- 6 oct 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 oct 2023
Los días se me pasan así, como en una brisa tranquila, con remolinos internos que aún no se enseñan a acostumbrarse a lo volátil del tiempo. Encerrada en un idilio donde me castigo al oído. Castigando todo lo que no ha sido y completamente ciega a lo que se ha andado. A veces somos así, torturadores detrás de la cortina de la obra dramática. Y se pasan los días como páginas, así de de rápido y fácil, así de efímero y fugaz. Ahora parece ser el capítulo transitorio. Sacar la voluntad de leer porque se sabe que el desenlace se pone mejor.
Aún sigo derramando ácido en mi cerebro cuando me quemo ante los inalcanzables estándares del perfeccionismo. Cuando no incorporo los aprendizajes y sigo abriendo a machetazos caminitos hechos en la montaña que llevan a huertas comidas por pestes, donde no crece nada, pero a donde vuelvo mirando con la tristeza de todavía no poder creerlo. Si sigo yendo en esa dirección, vagaré envuelta en pliegues y me perderé de cumbres y valles inexplorados.
A veces me siento inflada. Como pez globo; digna de admirar pero sin tocar y culpable por ello. Y me gusta, hasta que en el fondo azul me encuentro aislada, sin siquiera tiburones que puedan devorarme. Sigo nadando igual, aunque a veces me quedo flotando quieta, inmóvil mirando un punto fijo porque no sé a dónde ir, solo esperando a ver si la vida, el destino, lo que sea, llegue y me engulla o me enseñe a no herir, a ir revoloteando por corales ligera. Pero no siempre es así... son estos días melancólicos que sacan el lado terso en el que mi mente tanto se regocija. Ahí sí está feliz, le digo.
Pero prometimos no inducir el estado, sería algo falso. Por más real que se sintiera, siento ahora que debo buscar un propósito más elevado, vivir en los años veinte ya pasó de moda, o al menos a mí, no me interesa más la autodestrucción, reflejarme en ojos rotos proyectando una mentira obligada por contextos. No quiero infectar más pieles tocándolas con frialdad. No puedo olvidar que soy como el mar, como el cálido del sol, que soy cascada refrescante, que soy tupido follaje, que más que ser adictiva, soy sanadora y creadora, que si no cuido esa energía y ando regándola por ahí, solo estaré como un fantasma de esos transitorios que no profundizó en la experiencia y se avería la máquina, se reinicia sin sentido. Estaría lista para desechar otra vida y como otros, no tengo el lujo de la ignorancia para dejarme ser una envoltura al aire.
Cada acción es un látigo, tantas restricciones… mi cuerpo me grita y yo no entiendo sus jeroglíficos. ¿Cómo pueden los humanos condenar tanto una apariencia y no simplemente admirarla como a una flor; diferente, exótica y única?










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