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Capítulo

  • Foto del escritor: María Camila Pulido V
    María Camila Pulido V
  • 12 oct 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 oct 2023


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Se desgarra. Muchas veces no se ve detrás de una sonrisa, el dolor y la rabia que se puede sentir. Cada uno de nosotros carga algún yunque con lo que sea que le pese. Es una constante transformación que parece interminable, porque lo es. Todo es un proceso y sigo aprendiendo a soltar y a entender a esa niña que tiene ira y rabia con el mundo, con la vida, que vivía agarrada y frustrada con el entorno. Me dolía tanto la humanidad. Aún, la verdad. No entendía porqué tenía que estar aquí en lo denso, donde muy poco se ve el sentido común, donde todo en su desorden ilógico lograba de alguna manera funcionar a medias. Y me daba tan duro a mí misma y el desdén y la arrogancia que me invadían era agotador.


Me acuerdo una charla que tuve con mi papá cuando se quejó y me dijo tantas cosas en la cara; de mis actitudes y lo que estaba proyectando y que hermoso fue porque sí me hizo darme cuenta de lo desagradecida que era en ese momento. Y he pensado y he notado cómo su muerte fue un gran renacer para mí. Yo nunca estuve triste porque se fuera, yo sonreía y sentía dicha y es muy retador sentir eso cuando alrededor el mundo te pide que sufras y te imagines lo peor. Pero cuando él se fue muchas cosas dentro de mí se desbloquearon y aunque aquí en la tierra se me movió todo, en los planos superiores me sentía más sostenida y guiada. Me dio un impulso inmenso para agarrar la maleta y salir a sentirme viva, a succionar el sol, las pupilas, a hablar con el que se me cruzara y reconocer al otro. Conocer a mis hermanas y hermanos, todos lo que tenían un mensaje especial guardado para mí y que yo fui a buscar.


Y nacer es como la muerte. Algo termina y duele y hay mucho miedo por lo que es incierto y la transformación está llena de emociones incontenibles y grandiosas, y aunque hay flores floreciendo alrededor que me animan y aunque el sol sale con su tierno calor, es en mi soledad que puedo romper la crisálida y empezar a sentir esas nuevas alas que brotan de mí y aprender a usarlas, empezar a moverlas de a pocos y creer en que puedo volar. No me fui a ser turista, ni a chulear lugares en la lista, me fui a conocer mi casa y no solo esta en la que estoy parada, sino la que habito que está hecha de capas. Fui a empaparme de sonrisas, a dejarme llevar por mis pies y el camino, a sentir todo eso que tiene magia y ese caos que se veía tan incoherente y que me daba tanta rabia, se convirtió en vitalidad. Una naturalidad que me conecta con lo sutil y lo invisible. El viento, el agua, y esa apertura que da espacio al error y a lo más bello de ser humano; perdonar, reír, confiar. Y las lágrimas me saben a todos los sabores combinados. Es un nuevo capítulo. Que emocionante es ver las hojas tan claras y limpias, listas para ser llenadas con colores y textos y música y amigos y los días más lindos de mi vida. Tanto por sentir aún. Es abrumador a la vez pero si la tortuga me acompaña y es mi aliada en este capítulo, así iré. Tranquila confiando en la sabiduría de mi alma, centrada en cada pincelada, en cada nota, en cada frase y en cada segundo estaré inmersa sin perdérmelo.


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