6:00am
- María Camila Pulido V
- 12 oct 2023
- 4 Min. de lectura

Me tocó la época de lluvia. Pero los pájaros suenan al fondo y también las gotas cayendo sobre la ventana. El cielo aún está oscuro. A veces juego a creer que el clima describe lo que siento por dentro. Aunque no pasan huracanes, la tormenta es lo que más se acerca a lo que siento en el pecho. El entorno. Puedo culparlo a él y sí asfixia pero adentro tengo agallas, se supone, muchas veces me siento pez. Pez que respira el mismo aire que los humanos, solo que debería vivir en el agua. Por eso a veces esta densidad me pesa. En el agua soy ligera e inmensa, en la tierra soy diminuta y pesada. No logro aún sentir esa unidad del mar, como se une en gotas y se sienten todas parte de las pinceladas de las olas. En la tierra me aparto, soy un tronco, a veces una hoja, a veces una ausencia y parece que no encuentro un lugar al cual pertenezco. A mí no me pesaría si no fuera una ilusión el hecho de la separación, entonces estar tan conectada a un lugar donde todo está desconectado, es confuso y doloroso. Electrochoques y un hueco sin fin. Me levantan los dedos a escribir, un sin sabor extraño, la frescura se quedó en otro continente. Migraré al pasado en el futuro y seré otra. Mis ansias se arrancan los pelos, corren en todas direcciones, el intestino se retuerce, me convierto en terremoto. Y tiemblo no de miedo sino de furia. Algo me hace sentir como volcán y quiero derramarme cual lava furiosa. A veces creo que el fuego no me habita porque mis pies son hielo y aveces mi corazón también, pero se me olvida que estoy hecha de llama intensa, de fulgor deslumbrante. Cuántas capas toca arrancarse para poder dejarlo brillar con tranquilidad. Se cansa uno de pelarse, de rasparse, de desgarrar y aún algo, otra capa fina, luego otra gruesa, luego otra fina y así, se pasará la vida en limpiarse y algún día estaremos libres de culpas y entonces podremos ser algo en el universo, entonces podremos llamar la atención de los dioses y de las estrellas para que yo y este planeta tengamos algún sentido.
Tan dulces que son los pétalos, tan tersas que son las pieles, tan amargo que es el cacao, tan blanca la nieve y tan salado el mar. Es un planeta singular pero lo habitan seres sin sentidos. Una cortísima periferia de sensaciones nos tocan y uno se irrita, se deja llevar por la euforia y aún entrenamos esas sustancias químicas. Aún no sabemos ser elementales y de eso estamos hechos. Es la paradoja, la incoherencia constante la que se debe sostener en el centro como un hilo que conecta dos universos y se debe sentir todo, al tiempo y aceptarlo y soportarlo y observarlo y transmutarlo en equilibrio. Tan fácil que suena y tan complejo que lo hacemos. Pero que se atrevan a ser humanos. Que se atrevan a bajar a este plano a ver si se sienten entonces tan ligero como estar allá arriba, creando trajes que succionan energías solares, vistiendo extravagancias galácticas y bebiendo néctares preciosos de otros planetas. ¿Por qué nos sentimos tan abandonados? como un aparato usado que luego se desecha, tan obsoleto que sale a dar una vuelta, se daña y se desecha, y tanto apego a un cuerpo que luego queda apilado en el tapete de pieles que ya no importan. Y toda una vida culpándose por la apariencia. Tan ilógico todo, tan visible y tangible pero inalcanzable. El misterio infinito que guardan las neuronas.
La tormenta calla y adentro no hay calma, saldrá el sol en la tarde pero no quiero salir a verlo si el aire está contaminado. Creen que han llegado a la cima de sus capacidades y que la vida acaba ahí, en los nietos, en las tardes de salir a caminar y me niego a creer que son esas carcajadas los momentos que compensan toda una vida de pesadumbre. Lo huesos ya delgados chupándose la piel, mudos, ausentes, parece que siempre estaremos idos, sin comprender lo que es ser y existir. El arte alivia, es una pomada suave que cubre la herida un rato, luego se vuelve a la ignorancia, a la mortalidad. La memoria es curiosa, porque uno es un canal y listo, serviste para hacer tu parte, los canales se te iluminaron de dorado o azul, te susurraron secretos al oído y el resto del tiempo eres inservible, solo te quejas y padeces de delirios, eres un músculo frenético de sistemas confundidos y atrofiados. La amnesia es lo que conocemos. Es una ficción lo que se experimenta, no hay profundidad. ¿Qué tal la sintiéramos? Nuestra inmensidad.
Los valores son nuestra condena, un tedio, un hastío, un disgusto tener que ser amable, ser honesto, ser suave y vulnerable, eso se repudia y toca tener empatía y el discurso del amor y que eso somos, todos lo saben pero nadie lo entiende. Unos pequeñísimos brillitos diminutos titilan en efímeros mili segundos de momentos en los que logramos sentirlo; ese amor. Y el resto del tiempo, resignación. Conformidad. Todo es un nudo en mi garganta y en mi estómago y en el cielo. En la tierra, la espiral no gira, aquí se enreda, se estanca y no fluye y eso que el río pasa constante al frente, no se comprende, no se siente la naturaleza, no se conoce
aunque esté en las narices, entra y sale,
pero no se siente.









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